Heic
non pax, la placa leía sobre de
aquella puerta llena de rayones, golpes y abolladuras, graffiti de
todo tipo y símbolos desconocidos. “Aquí no hay paz”, todos lo
sabían, pero en ese cuarto era tema general, los que entraban ahí
no tenían piedad de los que ya estaban adentro, eran torbellinos de
puños y gritos los que se repartían adentro, violentos huracanes y
tormentas en un vaso de agua, problemas que empezaban ahí y quedaban
ahí; una vez afuera todos se saludaban cordial y gratamente, se
reconocían como buenos amigos y casi hermanos, pasaban por una buena
copa de vino, pan y una conversación grata y fructífera.
Que
extraño mundo es este donde unas palabras o un pedazo de madera son
mas que suficientes para dividir el corazón del hombre donde el, en
su ser, no tiene barreras ni impedimentos.
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