DIOS, LA LIBÉLULA
La libélula y el Soldado
Ahí en el lodo, ese lodo crudo y profundo que chupa el alma, yace un
hombre moribundo harto de correr y de pelear. En su rostro se ve desesperación
y angustia pero no puede morir aun, no antes de revelarle a alguien todos sus
pecados. En ese momento se acerca ante él una pequeña esfera de luz que con su zumbido le mantiene
despierto. Al posarse sobre el pecho del hombre la luz cede un poco y revela a
una pequeña libélula que le mira frívolamente.
-Se mi ángel guardián y aquel que escuche al corazón y alma en
tormento de este hombre. Tengo tanto que contar y mi tiempo es ya demasiado
corto- El hombre respira profundamente y continua –Comprende que esto es una
guerra y tanto en ella como el amor todo es válido, TODO, pero hemos pasado el límite
y debo pagar- Su voz se detiene al escuchar el silbido del viento y algo, algo más
que viene junto con él.
-Calla tus disculpas y habla tus pecados- El hombre aterrado observa
a su alrededor y vuelve su mirada nuevamente a la libélula.
-Dios no dejes mi alma caer al infierno- De golpe una ráfaga de
viento le azota y con ella viene una furiosa letanía de una voz hueca casi
omnipotente.
-Yo seré el juez de dichos actos. Habla y habla derecho hombre de
poca fe que teme a algo que no puede comprender- En ese momento y como una
visión de otro mundo aparece un martillo gigante, un mallete tal cual como el
que usan los jueces, enfrente y trata de aplastarle pero queda a mera distancia
del cuerpo del hombre el cual grita aterrado al ver tal acontecimiento.
-¡Dios santísimo que clase de brujería es esta!-
-Ninguna que tu Dios no pueda realizar. Si no hablas ahora este, mi
martillo sagrado, ha de caer sobre ti y declarar tu juicio- Dijo la voz
siniestra acompañada de una suave pero fría brisa.
-Perdóname por mis pecados padre mío-
-Basta de lloriqueos y háblame de tus pecados- El hombre en una
clase de iluminación divina duda por un segundo y se atreve a cuestionar lo que
tiene frente a él.
-¿Pero que no eres acaso omnipotente y omnividente?-
-¿Y no fuiste tú el que estaba rogando por redención hace unos segundos,
no fuiste tú el que pidió que yo fuera tu ángel guardián, no sientes esa
necesidad en tu corazón de desahogarte?- Touche para nuestro amigo moribundo el
cual siente la cachetada con guante blanco que le acaban de dar.
-Mis penas yacen en la violación de una muchacha hace algunos días.
Yo no quería pero sentía mi sangre hervir, sus ojos como zafiros me gritaban “viólame”
y sus piernas se abrían de par en par sin esfuerzo, era todo tan perfecto
cuando la desflore tan violentamente pero sus gritos retumban todavía en mis
oídos pidiendo por tu salvación. ¿Por qué te piden salvación ellos o porque habrías
de dársela si somos nosotros los que peleamos bajo tu nombre, que clase de
cinismo es ese?-
-¿Por qué pelean si mi dictamen es que no han de matar?- El hombre
titubeo y escucho la madera del martillo rechinar.
-Por que defendemos vuestra causa como ser Divino y el derecho que
nos otorgo a ser los divinos protectores y habitantes de esta tierra como tal-
-Todo lo que sus ojos pueden ver es mío y todo el que habita en el
es mi hijo. Lo que mencionas no tiene relevancia a tus actos-
-Pero—
-Nada- Respondió la voz de manera serena pero grave –Eso es muy vano
de considerar que donde pisen es territorio ajeno a mí-
-¿Entonces por qué peleamos bajo tu nombre e insignia?-
-Por que son ignorantes ante los hechos frente a ustedes. Podría
vivir en paz con los demás pero eso nunca sucederá por que no pueden vivir en
paz con ustedes mismos. El rencor, la ira, la envidia y mucho más les ciega.
¿No es hipócrita pedir perdón por tanta barbarie y tratar de justificarla bajo
mi nombre?-
-¡Así lo dictan los grandes hierofantes en los templos más altos!-
-Palabra trasquiberzada por hombres aprovechados de vuestra fe.
¿Acaso yo aprobaría tal cosa, una guerra entre mis hijos?-
-¿Por qué no lo evitas si eres tan poderoso?-
-¿Qué razón tengo de detener algo que yo no provoque?- El soldado
quedo anonadado ante tal comentario.
-¿Qué no dijiste que somos tus hijos?-
-Si. Como buen padre les dejo hacer lo que quieran ya que para algo les
impuse el libre albedrio. Cuido de ustedes y veo por ustedes de modos más
siniestros-
-¿Siniestros?-
-Evitar que trasciendan y continúen en su ciclo de evolución
permanente-
-¿Por qué?-
-Solo existe un Dios y ese soy yo. Si piensan que en algún punto
ustedes van a llegar a mi nivel entonces retuérzanse y tiemblen todos aquellos
que quieran estar a mi lado porque solo encontraran oscuridad y silencio en la
tierra de los muertos-
-¿Por qué ese cinismo?- Pregunto el soldado aterrorizado y con un
corazón que casi se le salía del pecho de tanta agitación.
-Les di libre albedrio para mantenerlos en un estado transitorio de
caos y orden continuo. Hasta que no exista balance no podrán comenzar el
progreso real de la humanidad como conciencia colectiva. Están condenados a
evolucionar continuamente sin rumbo ni causa hasta el fin de los tiempos- El
soldado no pudo mas soportar más golpes y se levanto corriendo con toda su
fuerza, esa fuerza inhumana que nace en nosotros ante el peligro, y a alta
velocidad corre al frente donde una seria de truenos le reciben. El cuerpo cae
inerte, frio y perdiendo su luz. Cae sobre ese lodo fangoso que se convierte
lentamente en su tumba y nadie jamás sabrá su destino ni lo que transcurrió
aquel instante entre un simple mortal y Dios, la libélula.
Por: Vicente Manuel Muñoz Milchorena