Giovanni Battista observó el pequeño relicario por ultima vez,
pasando su dedo índice derecho sobre el cristal que cubría la foto
de una mujer de unos treinta años de edad y lo beso.
— El tío Roberto te va a cuidar muy bien —dijo el hombre con voz
casi quebrada y puso la cadena del relicario en el cuello de una
pequeña de unos diez años—. Mamá te va a cuidar.
— Papi, no estés triste porque me voy —la pequeña sonrió
mientras levantaba la cabeza y limpiaba su boca con cuidado. Ajustó
su pequeño vestido azul cielo, las calcetas blancas, zapatillas
negras y su pelo lacio café como el chocolate. Sus pequeños ojos
combinaban con el color del pelo y miraban fijamente con emoción y
esperanza a su padre—. Mami no querría eso.
— No, no lloraré. Sé que tu madre también te va a estar
cuidando.
— ¿Cómo lo sabes?
— Porque ella me lo dice por las noches, en mis sueños habla
conmigo. Siempre me dice que te va a cuidar por siempre y para
siempre, que ella va a venir por ti un día y que seremos una familia
feliz.
— ¿Algún día la conoceré?
— Sí, pronto, muy pronto. Tú sólo pórtate bien con el tío y no
te olvides de darle esos chocolates que tanto le gustan.
— Tú sabes que a mi no se me olvida nada.
— Quiero que reces todas las noches por tu mamá, ¿de acuerdo?
— Sí, lo haré antes de dormirme.
— Acuérdate de hacerte la muertita, no quiero que molestes mucho a
tu tío en las noches.
—Ay, pero si tú sabes que yo siempre me porto bien.
— Eso, así me gusta, ahora dame un besito —la niña le dio un
beso a Giovanni Battista en la boca y tomó con cuidado una pequeña
caja roja en forma de corazón con un moño de un rojo más intenso—.
¿Quién te quiere?
— ¡Tú papá! —La niña le dio un abrazo que duró unos minutos.
El tiempo pasaba muy lento en aquellos instantes, pero con todo el
dolor de su corazón el hombre tocó sobre el cristal de la ventana
derecha, lo que en respuesta causó que abrieran la puerta derecha de
la limosina—. ¡Nos vemos pronto!
— Sí amor —Giovanni Battista dejó ir a la niña mientras le
rodaba una lagrima por la mejilla derecha; le indicó al hombre, el
que parecía ser su chofer, que se encargara que la niña llegara al
restaurante del otro lado de la calle con cuidado. El chofer así lo
hizo, mientras caminaban, su hija le regresó un adiós y a la vez
éste respondió moviendo su mano; una vez ahí el chofer habló un
momento con un hombre regordete quien saludó a Giovanni Battista,
regresando éste de la misma manera el saludo, y entregándole otra
niña mas o menos de la misma edad que la suya al chofer con notables
excepciones, como el cabello rubio en rublos y un traje rojo que
combinaba con unas medias blancas y zapatos del mismo color que el
vestido. El chofer regresó a la limosina y le entregó a la pequeña.
— Hola señor, buenos días —dijo la pequeña con un acento
extranjero que no reconoció, él simplemente le regresó una sonrisa
siniestra—. ¿Nos la vamos a pasar bien?
— Claro que si preciosa; Javier, entra por favor —el chofer entró
y cerró la puerta y se dirigió a uno de los asientos de al lado que
quedaban frente a Giovanni Battista—. ¿Te dijo algo?
— No, sólo que estaba muy emocionado por el intercambio que
realizaban, que esta oportunidad ayuda al crecimiento de ambos de
manera fraternal.
— La misma mierda de siempre —respondió Giovanni Battista
mientras hacía algunos gestos—. Tan típico de él.
— ¿Gusta alguna otra cosa señor?
— Sí, por favor, pásame el lubricante que esta en mi maleta, esta
a tu izquierda —el chofer buscó la maleta y una vez en su posesión
la abrió y encontró un sortilegio de juguetes sexuales, una cámara
de video, algunas cremas y ungüentos—. Es el que dice lubricante
anal.
— Aquí tiene señor, ¿gusta que lo grabe? —La respuesta fue
positiva y el chofer comenzó por preparar el equipo de grabación—.
Es para uso privado o para su círculo de amigos.
— Los dos, tal vez consiga algo bueno a cambio esta vez, digo, no
planeo ofenderte a ti preciosura —Giovanni Battista lamió la
mejilla derecha de la pequeña y ésta lo único que hizo fue reírse.
— Me causa cosquillas.
— No te preocupes, pronto vas a sentir muchas más cosquillas —la
tapa del lubricante anal cayó al suelo y se le hizo una moción a la
pequeña para que se pusiera de rodillas frente a Giovanni Battista.
Éste removió la ropa interior con delicadeza, la dobló en orden y
la puso a su lado, no sin antes darle una buena olfateada—. Como me
gustan, recién bañadas y perfumadas.
— Listo el equipo para grabar, señor —la indicación fue para
que se acercara más a la joven, y así lo hizo. El lubricante se
aplicó de manera cuantiosa en la sección del ano y lentamente
comenzó a meter un dedo para comprobar que tanto se dilataba el ano
y una vez que ya podía meter tres se abrió la bragueta y montó a
la pequeña en sus piernas.
— Toma esto, si sientes que te duele tu sólo apriétalo —Giovanni
Battista sacó un pequeño cilindro de goma del bolsillo de su
camiseta y se lo puso en la boca a la pequeña quien lo apretó
suavemente—. Pero apriétalo bastante duro porque si se te cae me
voy a enojar.
— Sí señor —respondió la pequeña como pudo y sin poder
esperar más tiempo Giovanni Battista insertó su miembro viril en el
ano de la joven.
— Oh sí, esto es lo que necesitaba —pronto se escucharon pujidos
de ambas figuras, al principio fue lento y suave, pero una vez
entrado en calor tomó su corbata y la usó para asfixiar levemente a
la niña, quien no sólo parecía estar perdiendo conciencia, sino
que se veía que estaba en un completo éxtasis—. ¡Vamos, no me
dejes abajo ahora, quiero escuchar esos gritos de placer!
El esfuerzo continuó mucho más rápido y llegó un punto donde las
fuerzas comenzaron a abandonar a la pequeña, el cilindro de goma que
tenia en su boca le ayudaba a resistir la combinación de placer y
dolor pero ya llegando casi al orgasmo no pudo mantener los músculos
tensos lo suficiente y lo dejó caer. Segundos después se escuchó
una explosión al otro lado de la calle y pedazos del edificio
volaron por toda la cuadra. El auto se levantó ligeramente del suelo
por la onda de la explosión, algunos cristales de la limosina
sufrieron daños ligeros pero nada que pareciera hacerles quebrar.
Aquel momento había sido de orgasmo, no sólo había logrado
realizar una de sus fantasías sexuales, sino que también había
terminado con uno de sus enemigos más acérrimos, el hombre que
había matado a su mujer hace diez años.
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