El
autobús azul con blanco se detuvo en la calle tercera, en el solo
viajaban dos personas, el conductor, quien se veía como una antigua
momia decrepita apunto de deshacerse, su rostro se veía cansado y
apunto de derretirse sobre el volante pero su pulso era firme y no
fallaba al momento de mover aquella maquina infernal ni mucho menos
al estacionarla. En la parte trasera, pegado a la puerta doble de
fondo, se encontraba sentado un hombre, un profesor de Universidad
del que pocos conocían su nombre real, solo le decían el Profe,
quien vestía un viejo traje café, saco con parches en los codos,
pantalón desgastado, zapatos negros maltratados y sucios y maletín
negro acabado por años de abuso; la mirada perdida en la ventana,
observándola con la vista perdida pero a la vez parecía estar
concentrada en algo que era imposible divisar en aquel tumulto de
ciudad, posiblemente estuviera hundido en algún pensamiento de su
vida cotidiana.
El
corte de movimiento saco al hombre de su estado de cuasi-meditación,
quien salio de inmediato por la puerta trasera llegando así a una
calle ligeramente transitada, el lado por donde bajaba estaba repleto
de pequeños puestos donde vendían toda clase de chucherías, dulces
de todo tipo, chicles, cacahuetes pasando después a las mas grandes
donde vendían tacos de todo tipo, verdura y fruta, ropa, y otras
delicatessen típicas de México, tanto del norte, como del centro y
sur; un puesto de periódicos apunto de cerrar, dentro del cual se
vendían todo tipo de revistas y periódicos, desde los mas
respetados hasta los mas amarillistas e incluso una que otra revista
pornográfica de alta y baja calidad, otro donde boleaban zapatos y
el cual relucía el emblema de la CTM, la Confederación de
Trabajadores de México, de ambos lados. "Confió en ellos"
pensaba el hombre mientras se movía calle abajo sin mirar otra cosa
mas que la dirección hacia donde caminaba, "te van a robar al
igual que todos los demás, te van a chingar, por decirlo
coloquialmente, de una u otra manera, pero su trabajo muchas veces es
de mejor calidad y ya tienes un conocimiento a priori de que te van a
chingar, de cierta manera es mejor que simplemente tratar de buscar
una alternativa dudosa, en especial para tramites tan sencillos como
bolear un zapato, pero... que se yo, yo no soy nadie para opinar de
eso".
Se
detuvo momentáneamente en uno de los varios puestos y observo su
contenido, buscando tabaco, tenían varias marcas pero a el le
gustaban los cigarros duros. -Un delicado, por favor-, -Son tres
pesos-, el hombre desembolso los tres escudos nacionales y se los
entrego al hombre, en ellos pasaba desapercibida la simbología
mexicana de la piedra del sol mexica, ignorada por todos menos por el
quien siempre sentía una energía rara fluir por aquel metal que no
tenia realmente valor mas que para aquella gente que vivía en lo
terrenal. Tomo el cigarro y el encendedor que estaba atado a uno de
los pies de la mesa para que no se lo robaran, un recordatorio
general de que la honestidad no es para todos ni de todos.
"Cuenta
la leyenda" recordó el hombre "que los Delicados, cuando
se produjeron, eran los cigarros mas ligeros que uno podía fumar en
aquellos tiempos, por eso el nombre. No quiero imaginarme que clase
de tabaco fumaba la gente de esos tiempos" el hombre rio para
sus adentros mientras fumaba de aquel delicioso tabaco de producción
mexicana, se quemaba diferente, ardía mas diría Charles Bukowski,
un sabor único, natural todavía, que inundaba el tracto hasta
llegar a los pulmones, queman dolos lentamente y exhalando ese humo
por la boca, lamiose los labios, observo hacia ambos lados de la
calle y prosiguió su camino con cigarro en mano. "Estas calles
solian estar llenas de gabachos, americanos, gente con dinero verde,
ahora tenemos mexicanos, tijuanenses, algunos gabachos si la
situación anda bien, que cada día aumenta lentamente, pero no es lo
mismo, ya nada es lo mismo aquí en Tijuana ni en el centro, ni modo,
un triste legado del 2008".
El
hombre llego a la calle Revolución, la famosa calle de la perdición
donde infinidad de bares con ofertas exageradas de cerveza adulterada
reinaban, los burros pintados de cebras donde uno se puede tomar una
fotografiá, la música a todo volumen, mientras mas baja uno
aquellas calles mas perdición se puede encontrar, prostíbulos,
drogas, todo, no había que negalo pero tampoco se ocupaba gritarlo,
todos lo sabían pero era un "secreto" a voces que lo
sabían aquellos que preguntaran a las personas correctas; hoy en
día, ya para el 2013, lo que queda es la memoria, muchos bares están
cerrados, uno que otro en huelga, otros misteriosamente se quemaron,
dicen por ahí que los dueños lo hicieron para sacar el dinero del
seguro pero realmente esas siguen siendo teorías que no se pueden
comprobar al cien por ciento, y los que todavía operan a veces lo
hacen a duras penas pero de una u otra manera siguen ahí, como lo
hagan es cuestión enteramente de ellos, la calle sexta es lo que ha
tomado fuerza y se ha vuelto el núcleo de una nueva sociedad
tijuanense, tal vez es muy temprano todavía para declararlo pero ahí
esta presente con fuerza y marca, sus decoraciones son únicas,
inundada de nuevos colores y formas que no son propias de ninguna
ciudad mas que de esta, murales hermosos y a la vez tétricos,
burlones e histéricos, melancólicos, bellos, dando amistad con la
perdición que se lleva a cabo a su alrededor; la calle séptima
también se ha visto provista de alguno que otro nuevo bar aunque no
tan decorado es un poco mas alternativo que lo que se encuentra en su
calle hermana pero la perdición mayor sigue estando calles mas
abajo, los policías siempre al tanto de todo esto, lugares que por
lo general no deberían ser pisados después de ciertas horas, que
solo los valientes aventuran mientras arriesgan una noche en la 20,
un penal, una cárcel, o en la 8 cuando todavía existía, en fin, el
carnaval que fue esa zona estaba muerto pero de aquel cadáver
renacía con nueva fuerza, un poco raro, moderno, de ambiente, no le
debía nada a nadie mas que a los que la visitaran, y si hacia era
entonces respondía de buena manera, así era la cosa pero no para
todos.
El
hombre salio de su nube de pensamientos y observo que se encontraba
ya en su destino, uno de los bares de la calle sexta que tenia ya ahí
décadas, siendo conocido por varios mucho antes de que se hiciera
popular gracias al auge de dicha calle, al cual entro primero pasando
por un pequeño cuadro que daba hacia la izquierda y después pasando
hacia la barra donde había una sola persona perdida en sus
pensamientos, atrás se podía divisar una mesa de billar, donde
jugaban un par vestidos con chamarras de piel negras, y un barandal,
con sirenas desnudas talladas en la madera, de un segundo piso que
estaba a medio metro del suelo donde se encontraban varios patrones
que parecían estar entrados ya en la fiesta, siendo temprana hora
pero nunca demasiado temprano para hacerlo. Varias sillas y mesas
estaban pegadas a la pared este, otras figuras se encontraban en
aquellas mesas, algunos solos y otros acompañados, uno de ellos se
encontraba dormido sobre su mesa con una botella de cerveza vaciá,
debía ser cliente frecuente o la persona que atendía el bar le
tenia misericordia para no sacarle de inmediato; una rocola estaba en
la pared este del bar y de ella salia música de todo tipo, el hombre
sabia que si quería escuchar algo que a el le gustara debía esperar
a que del popurrí saliera algo interesante o aventurarse a pedir
canciones y tener que esperar tres horas para que le tocaran las
suyas, varias veces le había pasado que llegaba a las nueve o diez
de la noche y apenas para al una o dos de la mañana tenia la
oportunidad de escuchar sus canciones, así era la vida de aquella
rocola que nunca paraba.
Se
cerca de la barra y pidió una cerveza tipo caguama, de un litro,
tomaba de ella directamente y sin vaso, se había acostumbrado a
hacerlo por mas "corriente o albañil" que se viera,
consideraba un desperdicio un vaso si ya tenia un envase del cual
podía ingerir directamente la bebida. Su pensamiento quedo absorto
en aquella botella y otras cosas que tenia en mente, algunos
proyectos, la universidad, la vida en si, todo esto tomo un par de
horas y un par de botellas mas, consigo, en el maletín, llevaba
siempre un cuaderno donde escribía todo lo que le venia en mente,
desde las cosas mas lógicas y simples hasta algunas ideas extrañas
que no podía comprobar, era un collage infernal que solo el o
un criptologo podrían descifrar y no tenia que ver nada el alcohol,
así escribía aquel hombre por cuestiones propias, muy propias de
el.
En
algún punto de sus divagaciones, ya muy perdido en el tiempo y en
espacio, absorto en un mundo de ideas que solo el podía alcanzar en
esos estados, fue interrumpido por un grupo de hombres armados que
entraron gritando con demandas que no comprendió a la primera pero
que decidió ignorar y mostrar seña de ello al continuar bebiendo y
escribiendo. No fue hasta que uno de ellos decidió darle un golpe,
tirar su botella y el cuaderno donde escribía que la atención de
aquel hombre se centro completamente en ellos.
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