La
noche era terrible, la luz de la calle iluminaba muy poco en aquella
neblina densa que no dejaba ver nada mas allá de dos metros enfrente
de la ventana. En el exterior se escuchaba una terrible tormenta,
aproximándose de todas direcciones, truenos cayendo lejos, cerca, a
medias, y un ventarrón que calaba hasta los huesos y hacia temblar
el cristal de la pequeña ventana la cual parecía que saldría
volando de su marco.
El
hombre continuaba acostado sobre su cama, viendo de vez en vez las
cortinas y la pequeña apertura que dejaba para recibir los rayos del
sol una vez que este se presentara pero en su corazón sentía como
si eso nunca fuera a pasar, que el escenario que vivía en ese
momento era para toda la eternidad, la oscuridad había ganado y
lentamente todo desaparecería en la nada, todo seria nada. Cuanto no
quedaría en silencio, cuantas cosas no pasarían al olvido, cuando
aquellos preguntaran, que fue del mundo, nadie responderá, nadie
existirá, cuando pregunten, de quien son estos huesos, no quedara
nadie para distinguir patriota de traidor, bueno de malo, común de
supremo, no existirán definiciones, letra, cantar, bailar, gozo ni
fe, no existirá guerra, paz, hambre, gula, peste, enfermedad,
silencio o risas de niños, no quedara nada, quien podría hablar de
las maravillas y desastres que la humanidad vio pasar en aquel mundo
donde no hay mas que cenizas de lo que alguna vez fue, nadie, por que
no hay nada ya, solo oscuridad, tinieblas, nada.
Pensamientos
horribles pasaron por la mente de aquel hombre al hacer remembranza
de todo esto, su respiración se entrecortaba, su mente no dejaba de
viajar por infinitos pasillos de delirio y su cuerpo se sentía cada
vez mas ligero, siendo absorbido por aquel gran universo donde morfeo
era uno de los reyes, no habría mas que desear mas que el ser parte
de la nada tan rápido como pudiera y acabar con esta pesadilla de
una vez.
A la
mañana siguiente los poderosos rayos del sol le despertaron por
aquella apertura pequeña que dejaba abierta, el hombre salio
rápidamente disparado hacia a ella y observo el exterior, podía ver
que la luz había vencido nuevamente a la oscuridad, brillaba con tal
intensidad que sus rayos acariciaban su piel, el mismo cristal
reflejaba lo cálido que esto era y por vez primera en mucho tiempo
el hombre respiro hondamente y soltó un suspiro, de felicidad, gozo,
por el simple hecho de estar vivo para ver la belleza que decora la
bóveda celeste una vez mas.
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