-¡Cabo
Vigencio Vargas, reportándose y pidiendo permiso para pasar por esta propiedad,
llevo un mensaje de urgencia para el Coronel!- El hombre estaba recto,
vestimenta impecable y espada de caballería en el costado izquierdo, y daba un
saludo militar a un civil que parecía bastante ebrio.
-¡Mija,
ábreme la puerta de atrás!- Grito el hombre a su esposa la cual estaba ocupada
atendiendo a los invitados de una fiesta que se estaba llevando acabo.
-¿Para
que la abro, que quieres?-
-El
Cabo quiere pasar, dice que tiene un importante mensaje para el Coronel-
-¿Cuál
Coronel, de que hablas?-
-¡El
cabo que está aquí mismo, chingao, ándale abre la puerta que quiere pasar!-
-¡De
que estas hablando Emilio, ya siéntate, pinche borracho, antes de que te meta a
cintarazos por loco y alcohólico!-
-¡Que
no escuchas, que le abras la puerta al Cabo que trae prisa!- La conmoción había
causado una gran interrupción en la fiesta y los invitados se veían bastante
confundidos al ver como la pareja peleaba por algo que no tenía sentido,
pensaban que el hombre realmente era un borracho sin remedio.
-Bueno
comadre, ábrale la puerta aquí al compadre para que pase su dichoso Cabo y
podamos seguir la fiesta-
-Que
abrir ni que ocho cuartos, este pinche borracho nada más quiere hacer sus
pendejadas otra vez-
-Pues
dele tantita chance, así hacemos lo que él quiere y ya que se acabe este drama
que nos anda matando la fiesta-
-Ándele
pues pero hay de usted donde este cabron salga con otra cosa-
-Yo
se lo cuido comadre, no se preocupe- Aquel hombre se dirigió rápidamente a la
puerta trasera y la abrió cuidadosamente pero nada lo pudo preparar para lo que
sucedería, nadie estaba listo. Al momento de abrir esa puerta paso una ráfaga de
viento tan violenta que el cayó al suelo, algunos de los muebles fueron
volteados y por todo el primer piso de la casa quedo comida, bebidas, vasos,
platos, tenedores y un sinfín de objetos regados, fue muy breve, demasiado
breve, todo paso en un parpadeo, el alcohol hizo que el evento se prolongara
para muchos pero esa fue una exageración de su mente.
-¡Ya
ve compadre, lo que pasa por andarle haciendo caso al pendejo de mi marido!-
Grito la mujer que se encontraba ahora contra la pared norte de la casa, justo
a unos centímetros de la puerta trasera y de su compadre.
-Válgame…
esa no me la esperaba-
-¡Y
que se nos fue el Cabo como de rayo!- Grito el marido el cual era el único que
se encontraba de pie en ese momento – ¡Salud por eso!-
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