La
Librería Mental
En
una jungla de concreto destrozado las calles se adornan con los residuos de una
civilización que callo súbitamente y desapareció por completo dejando vagos
rastros de su gran poderío ante este nuevo mundo. En uno de estos muchos
lugares que se encuentran a través del mundo viaja un hombre solitario, vestido
con harapos que ha logrado confeccionar de lo que ha encontrado en estas ruinas
y de paso se ha armado con la tecnología de ellos; se ha convertido en un
verdadero guerrero del camino, un beduino sin rumbo, una nueva clase de viajero
post-apocalíptico.
-Solitario,
todo abandonado justo como los otros lugares que he visitado- Dijo el hombre en
voz alta ya que se le había creado una costumbre de hablarse a sí mismo, todo
fuera para mantener la cordura, pensaba pero a la vez dudaba incluso de su
misma sombra. Años llevaba de este modo, tanto en el camino como con sus
peculiaridades, todo porque había dejado su tribu en busca de algo mejor. Según
a él le había llamado el destino en sus sueños, una serpiente de oro que tenía
un círculo de fuego flotando sobre su cabeza, para que viajara a estas grandes
ruinas e investigara. Viaja, aprende, ve, asimila, enseña a tus hermanos lo que
has visto, probado y escuchado en los desiertos para que por fin entiendan la
razón de su miseria y si tienes suerte, si te esmeras, tal vez puedas encontrar
el paraíso le había dicho aquella serpiente divina.
-Lemuria, Atlántida, América- Todas
estas palabras las había escuchado anteriormente de su maestro y le daban más
fuerza para continuar en su carrera hacia su destino– ¿Esa tierra prometida
existirá?-
Constantemente
durante su viaje se había cuestionado de la existencia de tal lugar y también
comenzaba a cuestionarse si existía acaso algún Dios o fuerza superior que le
estuviera guiando en su travesía, se cuestionaba a sí mismo si estaba cuerdo o
no y sin lugar a duda cuestionaba también los motivos de todos los monumentos a
su alrededor y su propósito general. Durante su tiempo de meditación escucho un
sonido que capto su atención, no sabía de dónde provenía pero inmediatamente le
invoco a asistir a su llamado y con la mayor prisa corrió hacia el lugar que
parecía una clase de recinto para muertos.
-¿Alguien
vive?- Pregunto el guerrero en cuanto llego al lugar, se veía razonablemente
bien conservado a pesar de la basura que se encontraba en la entrada y algunos
objetos que estaban tirados en el piso que jamás había visto, pero solo escucho
el eco de su voz lo cual le asusto siendo que jamás había escuchado su propia
voz proviniendo de otra parte que no fuera su boca. -¿Hola?-
Su
respuesta fue nuevamente ese sonido desgarrador que se volvió nuevamente su
guía en este lugar lleno de tótems de madera, en su interior habitaban unos objetos
rectangulares colgando de gradas que estaban entrepuestas a lo largo de ella, y
por no conocer su propósito simplemente les ignoro y respeto como siempre le
habían enseñado en su tribu; no toques ni juegues con aquello que no comprendes
o podrá destruirte, los Dioses son coléricos y deben ser respetados, recordó
este poderoso hincapié que le hacia su padre siempre que le encontraba jugando
con animales u objetos punzocortantes. Cuidadosamente avanzando se encontró
frente a frente con un hombre que furiosamente rasgaba el interior de los
rectángulos causando ese sonido tan peculiar, ese tan interesante rasgar de
piel, ese bramido de un animal muriendo lentamente, que venía escuchando desde
afuera, este hombre iba vestido de una manera sucia al igual que él pero con el
cabello colgándole por todos lados con una mirada desorbitada, furiosa y
completamente perdida en la locura de destruir estos objetos.
-¿Hola?-
El loco inmediatamente se alarmo y grito en pánico para después correr a
esconderse detrás de uno de los tótems de madera donde, como animal salvaje,
empezó a gruñir y sisear.
-¡Aléjate
de mi, déjame que debo destruir este lugar!- Grito el hombre enfermo de rabia
que le miraba con odio y desdén.
-¿Qué
hace, porque tortura a estos objetos?- Pregunto el guerrero al ver el destrozo
que había en esta sección de la tumba de tótems.
-¡Destruyo
todo el conocimiento en estos libros, estos libros malditos que han destruido
al mundo deben ser destruidos, destruidos por destruir al mundo con su
conocimiento!- Grito el hombre el cual se quedaba sin aire casi después de gritar
una o dos palabras y difícilmente podía conjugar algo coherente, parecía no
haber tenido contacto humano desde hacía meses o incluso años. -¡Todo debe ser
destruido, el ciclo debe ser completado!-
-Pero
yo no veo que esas cosas le hagan daño a nadie, a mi me parecen tan inocentes
como los animales que habitan el hombre con nosotros- El hombre enfurecido aun mas se acerco al
guerrero caminando como si fuera una clase de sapo o lagarto; con su forma de
andar en cuatro patas iba avanzando lentamente esquivando los libros que
estaban en el piso; al acercarse sus pupilas se dilataban, la respiración se
aceleraba y recalculaba lentamente su siguiente paso para evitar tocar estos
objetos a los cuales llamaba libros. Lenta pero seguramente comenzaba a
acercarse al guerrero del camino el cual se alejaba a la misma velocidad de
este hombre que parecía demente y corroído.
-¿Qué
no lo entiendes imbécil, que no vez el daño que hacen, que no sientes como te
quieren manipular?- El hombre toco uno de los libros por error y se paró de
inmediato, comenzó a brincar en el mismo lugar donde estaba como si se quemara
los pies y gritaba en pánico entre chillidos cortados por su respiración rápida
y honda. -¡Lo toque, lo toque, lo toque!-
-Yo
sigo sin ver cuál es el problema…- El guerrero observo el libro mas cercano y
lentamente se acerco a tomarle, entendió que en el frente estaba algo escrito
pero no podía comprenderlo, de donde el venia no se les enseñaba a escribir ni
a leer pero si les habían inculcado matemáticas muy básicas y supervivencia
para vivir en aquellas tierras perdidas. Aun así, y por curiosidad, por morbo,
levanto el libro y lo observo con mayor detalle; este era un objeto bastante
antiguo y su delicioso olor a nuez le causo melancolía, le daba a entender que
debía tener hay muchísimos más años de los que el tenia vivo y que su sabiduría
debía ser mucho mayor que la de su padre o el jefe de la tribu. –Interesante… y
bello-
-¡Déjalo,
eso que tienes en tus manos es el apocalipsis, no es bello, te va a chupar el
alma, que no vez que estos son los responsables de que el mundo este como esta,
como no vez que ellos son los destructores de mundos!- El guerrero nuevamente
analizo el objeto y no entendió realmente lo que mencionaba el viejo hombre
demente, mucho menos la mención del apocalipsis, alma o mundos ya que el solo
conocía un mundo y era este. El hombre comenzó a llorar mientras continuaba su
danza en su mismo lugar -¡Déjalo!
-No
entiendo que se supone que tengo que hacer con esto ni mucho menos como puede
destruir el mundo, si me explica tal vez pueda ver a lo que se refiere-
-El
saber leer es la peor maldición de todas y si te enseño debes entonces
aceptarla y pasarla a los demás para que también puedan conocer este
sufrimiento… si, si, si debo pasarte este dolor que cargo conmigo y debo
enseñarte a leer, debes sufrir como yo, debes de, debes, así no estaré solo y tendré
a otros que me comprendan, que me ayuden, si, tendré a mas seguidores y cumpliremos
con este deber sagrado- El hombre sonrió malévolamente y comenzó a reír de
manera desenfrenada para después comenzar a llorar nuevamente y caer de
rodillas. –Prométeme que una vez que te pase mi maldición me mataras porque ya
no puedo seguir viviendo así, no puedo continuar así, no debo continuar así, tú
debes cargar con mi culpa y ser el siguiente mártir por que yo ya me canse,
estoy viejo y harto, estoy viejo, estoy harto… estoy muerto ya-
Con
estas palabras el hombre viejo quedo mudo exactamente donde había caído y no
dijo nada más al guerrero. Por unos segundos el guerrero observo con detalle la
bizarra forma en la que el hombre había acabado su triste vida en aquel lugar y
con el mayor respeto posible se retiro a la calle para continuar su travesía.
Unas
horas después decidió descansar dentro de unos monumentos y analizar nuevamente
el libro. Al hacerlo se aterrorizo cuando pudo comprender el contenido pero a
la vez quedo suficientemente intrigado como para continuar, haciendo de lado
ese temor, esa ignorancia, y con lentitud dio vuelta y vuelta a las hojas sin
saber cómo parar, sin saber terminar de deleitar esa necesidad que crecía en
el, ese fuego eterno por el conocimiento, su nueva encontrada curiosidad por el
saber… la maldición había pasado con éxito hacia él, solo el tiempo podría
decir que pasaría con este hombre y su nueva necesidad.
Por: Vicente Manuel Muñoz Milchorena
No comments:
Post a Comment