Las
palabras se escuchaban muy lejanas, mi pie se encontraba sumiendo el
acelerador, manos atadas furiosamente al volante, nudillos blancos, brazos y
piernas tensándose, mi mente volando a un millón de kilómetros por segundo sin otra
cosa en mente más que aquella criatura horripilante proveniente de la casa en
llamas y el auto que no se movía ni un centímetro.
Habíamos
chocado contra un poste y la abominación seguía corriendo. Me quede frio.
Lo
siguiente que escuche fue el tiro de una escopeta justo detrás de mí, la cual
hizo el favor de darle una decoración adicional al automóvil al cual ya le habían
volado la puerta y ahora la ventana trasera. Sin importancia, la criatura
estaba muerta y nosotros a salvo.
-¡Vámonos
de aquí!- Grito el pequeño hombre lleno de cicatrices, un sobreviviente de la
gran guerra, la guerra para acabar todas las guerras. Me tomo unos segundos el
poder reaccionar pero salimos con vida de ahí, menos mi fe la cual ahora salía volando
por la ventana, esa cruz que me ligaba con el clero Cristiano del cual ahora ya
no creía ni una sola palabra. –Lo ves muchacho, la fe no sirve de nada aquí solo
las armas- Y aquel hombre corto beso su escopeta mientras se recostaba en el
asiento trasero.
-Creo
que este sería el mejor momento para llamar al jefe y reportarle lo que
acabamos de encontrar- Menciono el bibliotecario sentado en el asiento del
pasajero, un hombre dedicado a los estudios de lo oculto y el cual había encontrado
unos datos bastante interesantes en aquella casa infernal.
-Creo
que este es un buen momento- Pare por un segundo mientras buscaba en mis
bolsillas, salió un cigarrillo y después una llama pequeña producto de un
cerillo. –Para un cigarrillo-
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