Saturday, January 21, 2012

Dios, La Libélula - La Libélula y el Abogado


La libélula y el Abogado

Abogado: Experto en derecho, acreditado con título universitario, que presta asistencia técnica jurídica aconsejando o defendiendo a alguna de las partes en un juicio.

El abogado, legado del Imperio Romano y su jurisprudencia, hombre derecho y de buen criterio y juicio, justo y noble en sus actos que solo busca defender a aquel que ha sido condenado o marcado a una pena por un crimen. Dicho es el legado y actos de cualquier buen abogado como el que hemos de conocer hoy, un hombre de bóvedas de oro y finas pieles de países exóticos impronunciables. En su oficina en uno de los edificios más altos disfruta de un coñac muy caro, el más fino según varios catadores, y de un cigarro importado de un país tercermundista donde dicho coñac, por su valor monetario no el contenido, podría alimentar a familias por semanas si no es que meses. Este hombre ha logrado su cometido atreves de varios agujeros en el sistema judicial y se ha visto recompensado con fama mundial y clientes de renombre que solo aumentan el lado polémico de este personaje. Hoy ha sido un día espectacular donde un juicio que le ha traído una cantidad de dinero que jamás había visto junta en toda su vida, ni aun contando todo el dinero que él posee en este momento, y que le ha traído un renombre tan amplio que en todos los rincones del planeta hablan de él. Este hombre se regocija enormemente con sus adornos de oro y su sonrisa macabra cuando una libélula interrumpe su pensamiento, esta posada sobre el cristal por el cual mira.
-Una libélula… que interesante, que extraño de hecho en un piso tan alto y en esta zona- Dijo el hombre mientras pasaba su mano izquierda por su barbilla intrigado por el insecto.
-Tiembla mortal, hoy vengo a ser tu juez y verdugo- Se escucho una voz que le puso en máxima alerta.
-¿Quién está ahí? Le advierto que tengo una manada de guardias que me cuidan y cualquier cosa que trate de hacer usted se le vera recompensada con la peor tortura de su existencia- El hombre volvió la mirada a varias partes de su oficina, al oso gigantesco traído de tierras frígidas que nunca había visitado pero que era un imponente ejemplar, las aves exóticas y en peligro de extinción disecadas que tenia adornando un buro, los tapetes de felinos tan bellos y temibles que solo un verdadero animal podría matarles por su piel y al final la puerta gigante de caoba que impedía la salida de cualquier sonido de esta oficina al exterior, por petición suya.
-Tu no sabes lo que es la palabra tortura. Eres un monstruo que se la pasa torturando todos los días a gente inocente- El hombre se levanto con furia de su sillón y grito a pulmón.
-¿Quién se atreve a decir tales estupideces, salga ahora y de la cara?- Pero no hubo ninguna respuesta más que una risilla disimulada que se iba perdiendo en forma de eco. –Salga-
-Estoy frente a ti y me ignoras, que triste- El hombre nuevamente examino todo y por casualidad regreso su mirada a la libélula la cual producía un leve haz de luz que le cegó momentáneamente para después encontrarse frente a un martillo gigante con un par de ojos sujetados de este y formando una balanza. –Tu juicio llega hoy-
-¡Yo no puedo ser enjuiciado, soy un hombre de ley!-
-Un hombre torcido, corrupto y enfermo, el anagrama de monstruo y ni siquiera das cuentas a nada de esto ni hoy ni cuando empezabas-
-Me he convertido en un hombre de poder y respeto, así se me debe tratar y así se me debe dar a conocer, como un Dios entre los Dioses-
-Tus vacilaciones me dejan anonadado, es como si tú mismo creyeras tu propia mentira. ¡Que bárbaro sois, toda una bestia!-
-No existen mentiras más que las necesarias-
-Eso es una falsedad. Haz rescatado a asesinos, criminales de alta calaña y a violadores con tal de que te paguen una alta suma y si es necesario haz de prefabricar todo ese momento para tu satisfacción y ventaja. Masturbación mental le llamas pero ante mis ojos eso no es nada más que una justa razón para buscarte una muerte inmediata-
-¿Mentiras? ¡Pero que no vez que soy Dios! Yo hago lo que me plazca, tengo suficiente dinero para dominar una nación, lo que ordeno se hace y si es necesario reconstruiría el sistema judicial a mi beneficio, yo soy alfa y omega, el principio y fin de todas las vidas que pasan por mis manos, yo tengo la capacidad de dar vida o muerte, soy un Emperador Romano en un Coliseo y todo aquel que no me respete como tal será tirado a los Leones como los ilusos Cristianos y sus boberías-
-Hieres a tanta gente en tu proceso de ser Dios que me halagas- La voz comenzó a reír nuevamente pero esta vez de una manera más abierta y cínica. –Si supieras cuanto te falta para ser un Dios realmente y que tan cerca estas de serlo no me lo creerías-
-Dímelo- Hubo un silencio infinito -¡Dímelo!-
-Solo necesitas volar, cualquier Dios tiene esa capacidad y tú la tienes-
-¡Yo ya vuelo entre los hombres, yo ya soy Dios!-
-¡Entonces demuéstraselos y vuela, VUELA!- El hombre salió disparado hacia la ventana y con un grito, al principio barbárico y casi de manera inmediata de terror, cayo disparado hacia el asfalto unos sesenta o setenta pisos lo cual no importaba mucho ya que el resultado sería igual para él, irreconocible al grado que les tomaría días lograr identificarlo como aquel abogado, encontrándose en el pináculo de su carrera, podría lanzarse desde tan alto como para terminar así. Jamás lo sabrán por que solo los ojos de Dios, la libélula, y los de este mortal han sabido lo que transcurrió ese día.

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