Saturday, January 21, 2012

Dios, La Libélula - La Libélula y el Soldado


DIOS, LA LIBÉLULA
La libélula y el Soldado
Ahí en el lodo, ese lodo crudo y profundo que chupa el alma, yace un hombre moribundo harto de correr y de pelear. En su rostro se ve desesperación y angustia pero no puede morir aun, no antes de revelarle a alguien todos sus pecados. En ese momento se acerca ante él una pequeña  esfera de luz que con su zumbido le mantiene despierto. Al posarse sobre el pecho del hombre la luz cede un poco y revela a una pequeña libélula que le mira frívolamente.
-Se mi ángel guardián y aquel que escuche al corazón y alma en tormento de este hombre. Tengo tanto que contar y mi tiempo es ya demasiado corto- El hombre respira profundamente y continua –Comprende que esto es una guerra y tanto en ella como el amor todo es válido, TODO, pero hemos pasado el límite y debo pagar- Su voz se detiene al escuchar el silbido del viento y algo, algo más que viene junto con él.
-Calla tus disculpas y habla tus pecados- El hombre aterrado observa a su alrededor y vuelve su mirada nuevamente a la libélula.
-Dios no dejes mi alma caer al infierno- De golpe una ráfaga de viento le azota y con ella viene una furiosa letanía de una voz hueca casi omnipotente.
-Yo seré el juez de dichos actos. Habla y habla derecho hombre de poca fe que teme a algo que no puede comprender- En ese momento y como una visión de otro mundo aparece un martillo gigante, un mallete tal cual como el que usan los jueces, enfrente y trata de aplastarle pero queda a mera distancia del cuerpo del hombre el cual grita aterrado al ver tal acontecimiento.
-¡Dios santísimo que clase de brujería es esta!-
-Ninguna que tu Dios no pueda realizar. Si no hablas ahora este, mi martillo sagrado, ha de caer sobre ti y declarar tu juicio- Dijo la voz siniestra acompañada de una suave pero fría brisa.
-Perdóname por mis pecados padre mío-
-Basta de lloriqueos y háblame de tus pecados- El hombre en una clase de iluminación divina duda por un segundo y se atreve a cuestionar lo que tiene frente a él.
-¿Pero que no eres acaso omnipotente y omnividente?-
-¿Y no fuiste tú el que estaba rogando por redención hace unos segundos, no fuiste tú el que pidió que yo fuera tu ángel guardián, no sientes esa necesidad en tu corazón de desahogarte?- Touche para nuestro amigo moribundo el cual siente la cachetada con guante blanco que le acaban de dar.
-Mis penas yacen en la violación de una muchacha hace algunos días. Yo no quería pero sentía mi sangre hervir, sus ojos como zafiros me gritaban “viólame” y sus piernas se abrían de par en par sin esfuerzo, era todo tan perfecto cuando la desflore tan violentamente pero sus gritos retumban todavía en mis oídos pidiendo por tu salvación. ¿Por qué te piden salvación ellos o porque habrías de dársela si somos nosotros los que peleamos bajo tu nombre, que clase de cinismo es ese?-
-¿Por qué pelean si mi dictamen es que no han de matar?- El hombre titubeo y escucho la madera del martillo rechinar.
-Por que defendemos vuestra causa como ser Divino y el derecho que nos otorgo a ser los divinos protectores y habitantes de esta tierra como tal-
-Todo lo que sus ojos pueden ver es mío y todo el que habita en el es mi hijo. Lo que mencionas no tiene relevancia a tus actos-
-Pero—
-Nada- Respondió la voz de manera serena pero grave –Eso es muy vano de considerar que donde pisen es territorio ajeno a mí-
-¿Entonces por qué peleamos bajo tu nombre e insignia?-
-Por que son ignorantes ante los hechos frente a ustedes. Podría vivir en paz con los demás pero eso nunca sucederá por que no pueden vivir en paz con ustedes mismos. El rencor, la ira, la envidia y mucho más les ciega. ¿No es hipócrita pedir perdón por tanta barbarie y tratar de justificarla bajo mi nombre?-
-¡Así lo dictan los grandes hierofantes en los templos más altos!-
-Palabra trasquiberzada por hombres aprovechados de vuestra fe. ¿Acaso yo aprobaría tal cosa, una guerra entre mis hijos?-
-¿Por qué no lo evitas si eres tan poderoso?-
-¿Qué razón tengo de detener algo que yo no provoque?- El soldado quedo anonadado ante tal comentario.
-¿Qué no dijiste que somos tus hijos?-
-Si. Como buen padre les dejo hacer lo que quieran ya que para algo les impuse el libre albedrio. Cuido de ustedes y veo por ustedes de modos más siniestros-
-¿Siniestros?-
-Evitar que trasciendan y continúen en su ciclo de evolución permanente-
-¿Por qué?-
-Solo existe un Dios y ese soy yo. Si piensan que en algún punto ustedes van a llegar a mi nivel entonces retuérzanse y tiemblen todos aquellos que quieran estar a mi lado porque solo encontraran oscuridad y silencio en la tierra de los muertos-
-¿Por qué ese cinismo?- Pregunto el soldado aterrorizado y con un corazón que casi se le salía del pecho de tanta agitación.
-Les di libre albedrio para mantenerlos en un estado transitorio de caos y orden continuo. Hasta que no exista balance no podrán comenzar el progreso real de la humanidad como conciencia colectiva. Están condenados a evolucionar continuamente sin rumbo ni causa hasta el fin de los tiempos- El soldado no pudo mas soportar más golpes y se levanto corriendo con toda su fuerza, esa fuerza inhumana que nace en nosotros ante el peligro, y a alta velocidad corre al frente donde una seria de truenos le reciben. El cuerpo cae inerte, frio y perdiendo su luz. Cae sobre ese lodo fangoso que se convierte lentamente en su tumba y nadie jamás sabrá su destino ni lo que transcurrió aquel instante entre un simple mortal y Dios, la libélula.


Por: Vicente Manuel Muñoz Milchorena

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