En esa colina olvidada, donde esta aquella fortaleza derrumbándose
sobre el espero mar esmeralda, es ahí donde grandes hombres vivieron
y cayeron, el castillo tiene boca y nos cuenta la leyenda de hombres
nobles y justos que defendieron esta tierra de los cuales destacan
tres.
El primero es Abmon, hijo de Adon, formado tal cual guerrero con una
espada potente y un pecho que podría destruir a sus menores con solo
sudarles encima, sus brazos eran como las torres carmesí en las
cuatro colinas, adornadas de bulto sobre bulto, con venas parecidas a
ríos y hombros de montaña recubiertos únicamente por los tatuajes
de Kadam y Janim, los hermanos de la fuerza y el valor, decorando de
arriba a abajo por sus brazos.
A el lo conocí en una situación precaria donde mi vida se vio al
filo de la navaja. Fue en una campaña donde nuestro grupo trabajo
bajo el mando de un señor que no recuerdo, pero si su crueldad ante
nosotros y los continuos retrasos en los pagos. Durante una de las
batallas mas brutales que llevamos acabo en una serie de colinas
donde nos estábamos defendiendo, caímos bajo ataque del señor de
aquellas tierras el cual llenaba sus filas con caballería pesada y
piqueros, los caballos no llegaban al tope y aquel valiente que lo
intentara caía bajo nuestras lanzas pero fueron los piqueros los que
nos sorprendieron con su ataque que rompió con nuestras delgadas
lineas, correr era la única opción que quedaba en ese punto y lo
hicimos, fue ahí cuando caí, mi muerte venia a todo galope con una
lanza que estaba a uno o dos segundos de impalarme cuando escuche el
relinchar del caballo, el sol estaba enegrecido ante una figura
gigante que había logrado cortar la cabeza del caballo con un solo
golpe, todo paso tan rápido que no lo comprendí hasta escuchar al
jinete gritar en horror al momento de su caída.
Al regresar la mirada hacia la figura tapando el sol lo vi a el, el
potente hombre que había dado muerte al jinete, era un bárbaro pero
no buscaba sangre o de lo contrario hubiera ya acribillado a su
víctima en el cielo. Sus ojos me miraron de vuelta y después
apuntaron hacia los campos frente a nosotros, venían otros jinetes y
la única salida era jugar en equipo, yo como arquero y su defensa
lejana y el como el verdugo para todo aquello que llegare en rango.
Fueron varios los que cayeron de golpe a hacerle compañía a su
compañero, no fue mucho lo que duro ese equipo ya que la retirada
era necesaria.
En el campamento todo era caos, la retirada fue en desorden y cada
quien hizo como pudo su escape de ahí. Nuestra llegada fue tardía
ya que no quedaba mucho en pie y todo lo de valor, en especial lo que
estaba en la tienda de nuestro señor, habían sacado alas y caído
en jaula ajena.
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