-¡Los
sueños son capitales para que los Traidores y Héroes vivan eternamente, no los
dejen morir que de lo contrario no tenemos por qué pelear!- Pregonaba un hombre
viejo por las calles de una fría y decadente ciudad cuando una persona, con
semblante frio pero bien cortado, se acerco a este y le dirigió, con gran entusiasmo,
la palabra.
-Mira,
hombre viejo, yo peleo por mí, por mi persona, por aquellos que son cercanos a mí
y por la población civil, dentro de la cual buscare los que se lo merezcan
realmente, y cuando llegue el tiempo preciso para que aquellos caigan lo harán,
ejecutados en plazas públicas como enemigos del Estado, sus cuerpos incinerados
y sus huesos molidos hasta que quede polvo con el cual construiremos un camino
que lleve directamente a la plaza de la Capital y cuando la gente pregunte,
generaciones después, y, oh yo se que lo harán, el por qué este camino es
blanco les podremos decir que aquella paz blanca, sobre la cual pueden caminar
ahora libremente sin que nadie los detenga, fue construida con las cenizas de
enemigos y aliados de esta nuestra Gran Nación para que así nadie pueda
reconocer a héroes de traidores.- El hombre sonrió y le tiro una moneda al
viejo. –Aquí está lo que valen sus sueños y sus palabras, un pedazo de metal
dorado redondo, posiblemente más viejo que usted y con el mismo valor que sus
palabras, nada, absolutamente nada, pero extrañamente todos se matan y, mas irónico
todavía, solo unos pocos lo obtienen, por lo tanto amelo y pregone también a su
nombre que ambos son la misma cosa, la misma basura-
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