Fue
hace ya mucho tiempo, de hecho se me había olvidado ya casi por completo, aquel
día lluvioso. Todo era normal, me despertaba a las 5:30 de la mañana con una
actitud de odio hacia el mundo en general y hacia mi trabajo en especial, harto
de su horrible monotonía y del sentirme estancado en el mismo lugar.
Una
vez terminado el odio hacia el mundo, momentáneamente, me puse mi ropa de
trabajador pitufo, un pantalón de vestir azul, camisa de manga larga azul
marino y mis botas de trabajador industrial para hacer burla a la clase blue-collar pero principalmente porque
poco me interesaba usar un guardarropa diferente, ese dinero se podía gastar
mejor en alcohol para hacerme olvidar mi odio general contra el mundo.
Ya
listo todo me retiro hacia el sitio de taxi que esta a media cuadra, uno de los
tres transportes públicos que tengo que tomar para llegar a mi trabajo, y es en
el proceso de salir que noto la lluvia afuera, nuevamente odio estar vivo a
cause de este frio y la humedad que cala hasta los huesos.
A
medio camino se escuchan unos chillidos como si estuvieran matando un puerco,
no recuerdo ningún puerco por aquí al menos que pueda contar a algunas personas
con sobrepeso, y los únicos animales de granja que he visto yo en persona son
unos gallos. Continuo mi trayecto, se intensifica el chillido del animal en
cuestión y cuando menos me lo espero encuentro el origen del sonido, un pobre
perro que está siendo atacado por unos seis perros de manera bastante viciosa.
El gritar no los ahuyenta, mucho menos llama su atención, las piedras que les
lanzo tampoco parecen interesarles mucho y solo me queda tomar un pedazo de
madera y entrar en acción pero hay algo aquí que me lo impide.
Por
alguna razón el gobierno del Municipio tuvo la fantástica idea de limpiar lo
que alguna vez fue un área verde, cercar el área con malla ciclónica y ponerle
candado al único acceso disponible… la carencia de lógica no deja de
sorprenderme. La única manera de entrar es pasar por un pequeño espacio que se
crea entre las puertas con candado y de ahí es una clase de carrera sobre un
lodo fangoso, casi como si fuera un chicle, que se hunde fácilmente, lo cual me
obliga a volver mi paso más lento de lo que debería.
La
jauría se retira rápidamente al detectar mi presencia y no hace más faramalla,
no ladran, no gruñen, no me retan, estos perros son tan cobardes como cualquier
malandrín de cuarta que solo ataca cuando va en grupos pero corre cuando se ve
superado numéricamente; el pedazo de madera cae al suelo y me acerco lentamente
al perro el cual a su vez se echa hacia atrás, cubierto en lodo y sangre,
mientras chilla, no sé si de dolor, de coraje o de terror, pero el animal no
quiere que me acerque a él, no le queda de otra una vez que lo tengo
arrinconado y es ahí cuando por fin puedo hacerle ver que no le procuro ningún
daño, me lame la mano lentamente, siento que si respiración es bastante agitada
y haciendo una inspección a mayor detalle veo que tiene una herida que le ha
abierto el estomago, varios órganos visibles, lo cual me deja con una opción
únicamente y esa es la de cargarla para entregárselo a su dueño, el sitio de
taxis.
Cargar
un animal no es ningún problema, incluso si esta herido, pero si se incluye el
fango pegajoso, espeso, y la maldita lluvia que vuelve a caer, las lagunillas
que comienzan a formarse por todo el trayecto de regreso, en especial los
puntos donde deje mis huellas plasmadas, esta misión se vuelve un tanto
difícil. Los pasos son cuidadosos y certeros, cada paso me aseguro de plasmarme
bien en el suelo aunque mi bota se hunda en lodo fangoso y después cueste más
trabajo salir, no importa mucho a estas alturas; me siento como si estuviera en
la playa de Normandía en el sector Omaha, solo faltan ametralladoras y
francotiradores Nazi; de pronto siento que algo está mal, no sé por qué tengo
la necesidad de mirar hacia abajo, veo que algunos de los intestinos se están
saliendo de su orden, el perro no parece molestarse por eso pero si le veo algo
incomodo. Mi opción recae nuevamente en hacer algo un poco drástico, aunque
muchos dirían que lo que hice aquel día es una exageración, y sin más que hacer
vuelvo a meter lentamente los intestinos, tratando de acomodarlos lo mejor que
puedo, e inclino al pobre animal un poco hacia mí para que esto no vuelva a
suceder mientras le susurro al oído que todo estará bien, que vamos a salir de
esto, que sus días no acaban aquí, es tan humano el animal que no veo la
diferencia entre un humano que sigue siendo un animal.
Después
de los dos minutos más largos de mi existencia me encuentro afuera de esa zona
de guerra, logro entregar al perro al sitio de taxis donde un hombre de unos 70
años me recibe con una sonrisa diciéndome que el pobre animal esta herido y no,
el hombre no carece de sus facultades mentales por hacer claro un hecho tan
visible pero sí parece estar desconectado un poco de la realidad… cuestiono,
dentro de mi persona, por que el hombre sigue de checador de sitio.
Llega
un taxista, el hombre se queda impresionado al ver al perro en tan pobre estado
y se enfurece después de que le explico lo sucedido, me dice que no es la
primera vez, que los perros que lo atacaron pertenecen a los vecinos, que son
unos salvajes, le propongo llevarlo con un veterinario que se encuentra a unas
pocas cuadras de aquí, acepta. Una vez ahí el veterinario nos explica que no
queda mucho por hacer por este pobre animal, la solución más Humana es darle
una inyección para que duerma en paz… el taxista no tiene más que aceptar la
propuesta para no ver a su amigo sufrir.
Salgo,
sigue lloviendo, noto que mis manos están llenas de sangre y lodo al igual que
mi chamarra, uso la lluvia para limpiar todo lo posible y aun así siento que
algo falta, creo que la lluvia no puede limpiar todo, tal vez sean las penas,
el hecho de ver a un animal tan noble ser devorado por una jauría de canes
infernales dignos del mismo Cerbero. No estoy seguro todavía pero creo que la
lluvia se llevo algo de mas ese día…
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