Las Meninas. -
No
tomo el primer tema porque sea lo primero que aparece en el texto de
Las Palabras y las Cosas, lo tomo debido a que las consideraciones
realizadas por Michel Foucault respecto al cuadro de Las Meninas, el
cuadro de Velázquez, son importantes para el Historiador en la
actualidad y durante mi carrera he tenido la oportunidad de comprender
algunas de ellas.
La
relación que sostiene el ejemplo presentado con la realidad del
Historiador se puede descubrir en una pequeña porción de lo que menciona
Foucault al principio de este capítulo, “podría adivinarse lo que el
pintor ve, si fuera posible lanzar una mirada sobre la tela en la que
trabaja; pero de esta solo se percibe la trama, los montantes en la
línea horizontal y, en la vertical, el sostén oblicuo del caballete”[1].
El
deseo oculto del Historiador jamás será cumplido, el conocer la
Historia en si es una imposibilidad que le somete a analizar
constantemente su objeto de estudio por medio de diferentes
herramientas, métodos y procesos, la burbuja temporal que observa, ese
fenómeno del que tanto esta enamorado, es solo un reflejo cada vez más
lejano de la realidad que se presentó, y en este caso se plasmó.
¿Sera
acaso un pesimismo el que absorbe entonces al Historiador, para que
trabajar entonces en un tema que jamás puede llegar a conocer en su
totalidad, o es acaso algo más que le aferra a continuar buscando en
significados, interpretaciones y etimologías lo que es este, su objeto
de estudio, ante el resto del mundo? Una opinión muy personal del tema
es que el Historiador es como el Clérigo, estudia y trabaja su religión y
confía en que su Dios existe, aunque jamás lo ha visto, de la misma
forma el Historiador es ciego en este sentido al estudiar y trabajar lo
que es su ciencia, o arte, o cualquiera que sea su denominación, y
confía en que la Historia existe.[2]
Dejando
el pesimismo de lado consideremos entonces el cuadro, podemos llegar a
comprenderlo de diferentes maneras, como lo hemos mencionado
anteriormente, y esto se deriva del método de observación, metodología o
procesos involucrados, pero a esto no podemos agregar el trasplantar
nuestra psique al siglo XVII para comprender en plena totalidad
lo que se trató de hacer implícito en el cuadro y que desde el siglo
XXI se nos oculta y que por más que tratemos de evadir es donde nos
encontramos posicionados para mirar hacia el pasado.
El cuadro de Las Meninas
es uno de muchos ejemplos en los cuales podemos basarnos para hablar de
este tema, todo lo que existe lo hace en este momento, no existe un
ayer para el cuadro ni un mañana, es un hoy en el que esta presente, en
el cual se interpreta, el objeto no ha cambiado de ninguna manera,
aunque puede estar conservado o encontrarse en un peor estado del que se
encontraba originalmente, esto no le hace ser mas diferente de lo que
es por sí mismo.
¿Qué cumple entonces el cuadro para el Historiador o la Historia? Es un espejo o reflejo, en el caso de Las Meninas es
un doble-espejo debido al cuadro reflejado de los reyes Españoles
Felipe IV y Mariana de Austria, aunque según Foucault: “no es como
tradicionalmente se manejaba en la pintura holandesa en la cual se podía
descomponer y componer bajo una ley diferente”[3].
El problema reside en que un espejo no es necesariamente claro, le podríamos llamar un espejo de obsidiana
debido a lo oscuro y esotérico que puede volverse el interpretar un
cuadro, su significado, la razón de su existencia, los actores o
cualquier objeto relacionado a este, en el mundo queda oculto su
significado ya que mientras crece y progresa el lenguaje se pierde una
parte del bagaje que carga y a su vez lo que pudiéramos interpretar a
ciencia cierta de este.
¿Qué
nos presenta el cuadro, removiendo esta sensibilidad del Historiador
que queda plasmada en este ensayo? Que las figuras representadas en el
cuadro están atadas a la realidad de su momento, existe un complejo
contexto histórico el cual ha llevado a la existencia del cuadro y los
actores u objetos en este caso, el pintor es un pintor, la infanta
Margarita de Austria es eso nada más, no es el objeto del deseo de una
Corona extranjera ni una pieza importante en el complejo escenario
político del siglo XVII, en el punto más absurdo podríamos poner sobre
la mesa que es una niña en un cuadro, capricho de su padre que exista
dicho cuadro, los que le rodean son sus sirvientes o allegados, familia,
amigos, el hombre que mira desde el fondo puede ser alguien que
simplemente quiere observar lo que hace el pintor, o tal vez este
saliendo de la escena, su pose no permite conocer su dirección a ciencia
cierta y con esto las posibilidades quedan abiertas a interpretación al
igual que la locación del cuarto en donde se pinta el cuadro, Foucault
indica que es el Escorial, el palacio Real Español, donde esto sucede
pero de no saber esto podría ser cualquier lugar en el mundo.
El
autor no es Diego Velázquez, es una figura que queda plasmada a un lado
del cuadro, aunque por consideración podríamos decir que al no tener
precedente que el autor se representa a sí mismo en una obra que le fue
encargada podría ser el centro de este. A ultima consideración de
Velázquez es que es como el cuadro de René Magritte llamado Esto no es una pipa
en el cual representa a una pipa mas no lo es propiamente, un ejemplo
de una limitación entre el lenguaje y los objetos que trata de
representar, Velázquez en el cuadro no es Velázquez, aunque el lenguaje
así lo indique.
¿Que
observan los actores de este cuadro, acaso es el cuadro de los Reyes
Españoles frente a ellos o Velázquez, pensando en aquellos que verían el
cuadro terminado, figuraba a todos estos actores para que a la vez que
observan a los Reyes también puedan observar de la misma manera a
aquellos que visitan esta burbuja temporal? Considerando esto podríamos
decir que Velázquez inconscientemente le ha heredado el poder de los
Reyes a todo el que posa sus ojos sobre este cuadro, aunque sea por un
instante.
El
enfoque del cuadro es de igual manera claro, más allá de la Infanta o
Las Meninas, sus sirvientes, o Velázquez, es el enfoque sobre los
actores del cuadro y no sobre el lugar que los rodea ya que debido al
manejo de claroscuro no es muy evidente pero si se presta atención el
lugar está rodeado de cuadros los cuales no se pueden apreciar de manera
correcta, solo es aquello lo que está en primer plano y el hombre que
visita o se aleja al fondo del cuadro los que están visibles, dando a
entender que lo importante está en el frente de la obra, incluso en
perspectiva el hombre al fondo pertenece al cuadro debido a la
iluminación, son el presente, todo aquello que esta alrededor es un
pasado oscuro que no tiene importancia en este momento de
representación.
Por
último, lo único que nos queda es, por contradictorio que suene,
continuar estudiando el cuadro desde el punto en el cual nos
encontramos, el hecho de que no podamos conocerle tal cual fue en su
momento no nos impide continuar esta labor de usar nuevas herramientas
sobre un objeto que previamente ha sido investigado con tanto deseo.
[1] Michel Foucault, “Las Palabras y las Cosas” (Mexico: Siglo XXI Editores, S.A. de C.V., 1968), p. 14
[2] Que esto sea cierto o no va mas allá de este ensayo, aunque queda abierto a debate, si es obstinado o ciego también queda a debate, aunque puede ser más importante debatir la fe ciega que se le puede tener a un documento, independientemente de su validez, a lo anteriormente mencionado
[3] Ibid p. 17
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