Thursday, April 26, 2012

La lluvia no lava todas las penas


Fue hace ya mucho tiempo, de hecho se me había olvidado ya casi por completo, aquel día lluvioso. Todo era normal, me despertaba a las 5:30 de la mañana con una actitud de odio hacia el mundo en general y hacia mi trabajo en especial, harto de su horrible monotonía y del sentirme estancado en el mismo lugar.
Una vez terminado el odio hacia el mundo, momentáneamente, me puse mi ropa de trabajador pitufo, un pantalón de vestir azul, camisa de manga larga azul marino y mis botas de trabajador industrial para hacer burla a la clase blue-collar pero principalmente porque poco me interesaba usar un guardarropa diferente, ese dinero se podía gastar mejor en alcohol para hacerme olvidar mi odio general contra el mundo.
Ya listo todo me retiro hacia el sitio de taxi que esta a media cuadra, uno de los tres transportes públicos que tengo que tomar para llegar a mi trabajo, y es en el proceso de salir que noto la lluvia afuera, nuevamente odio estar vivo a cause de este frio y la humedad que cala hasta los huesos.

A medio camino se escuchan unos chillidos como si estuvieran matando un puerco, no recuerdo ningún puerco por aquí al menos que pueda contar a algunas personas con sobrepeso, y los únicos animales de granja que he visto yo en persona son unos gallos. Continuo mi trayecto, se intensifica el chillido del animal en cuestión y cuando menos me lo espero encuentro el origen del sonido, un pobre perro que está siendo atacado por unos seis perros de manera bastante viciosa. El gritar no los ahuyenta, mucho menos llama su atención, las piedras que les lanzo tampoco parecen interesarles mucho y solo me queda tomar un pedazo de madera y entrar en acción pero hay algo aquí que me lo impide.

Por alguna razón el gobierno del Municipio tuvo la fantástica idea de limpiar lo que alguna vez fue un área verde, cercar el área con malla ciclónica y ponerle candado al único acceso disponible… la carencia de lógica no deja de sorprenderme. La única manera de entrar es pasar por un pequeño espacio que se crea entre las puertas con candado y de ahí es una clase de carrera sobre un lodo fangoso, casi como si fuera un chicle, que se hunde fácilmente, lo cual me obliga a volver mi paso más lento de lo que debería.

La jauría se retira rápidamente al detectar mi presencia y no hace más faramalla, no ladran, no gruñen, no me retan, estos perros son tan cobardes como cualquier malandrín de cuarta que solo ataca cuando va en grupos pero corre cuando se ve superado numéricamente; el pedazo de madera cae al suelo y me acerco lentamente al perro el cual a su vez se echa hacia atrás, cubierto en lodo y sangre, mientras chilla, no sé si de dolor, de coraje o de terror, pero el animal no quiere que me acerque a él, no le queda de otra una vez que lo tengo arrinconado y es ahí cuando por fin puedo hacerle ver que no le procuro ningún daño, me lame la mano lentamente, siento que si respiración es bastante agitada y haciendo una inspección a mayor detalle veo que tiene una herida que le ha abierto el estomago, varios órganos visibles, lo cual me deja con una opción únicamente y esa es la de cargarla para entregárselo a su dueño, el sitio de taxis.

Cargar un animal no es ningún problema, incluso si esta herido, pero si se incluye el fango pegajoso, espeso, y la maldita lluvia que vuelve a caer, las lagunillas que comienzan a formarse por todo el trayecto de regreso, en especial los puntos donde deje mis huellas plasmadas, esta misión se vuelve un tanto difícil. Los pasos son cuidadosos y certeros, cada paso me aseguro de plasmarme bien en el suelo aunque mi bota se hunda en lodo fangoso y después cueste más trabajo salir, no importa mucho a estas alturas; me siento como si estuviera en la playa de Normandía en el sector Omaha, solo faltan ametralladoras y francotiradores Nazi; de pronto siento que algo está mal, no sé por qué tengo la necesidad de mirar hacia abajo, veo que algunos de los intestinos se están saliendo de su orden, el perro no parece molestarse por eso pero si le veo algo incomodo. Mi opción recae nuevamente en hacer algo un poco drástico, aunque muchos dirían que lo que hice aquel día es una exageración, y sin más que hacer vuelvo a meter lentamente los intestinos, tratando de acomodarlos lo mejor que puedo, e inclino al pobre animal un poco hacia mí para que esto no vuelva a suceder mientras le susurro al oído que todo estará bien, que vamos a salir de esto, que sus días no acaban aquí, es tan humano el animal que no veo la diferencia entre un humano que sigue siendo un animal.

Después de los dos minutos más largos de mi existencia me encuentro afuera de esa zona de guerra, logro entregar al perro al sitio de taxis donde un hombre de unos 70 años me recibe con una sonrisa diciéndome que el pobre animal esta herido y no, el hombre no carece de sus facultades mentales por hacer claro un hecho tan visible pero sí parece estar desconectado un poco de la realidad… cuestiono, dentro de mi persona, por que el hombre sigue de checador de sitio.

Llega un taxista, el hombre se queda impresionado al ver al perro en tan pobre estado y se enfurece después de que le explico lo sucedido, me dice que no es la primera vez, que los perros que lo atacaron pertenecen a los vecinos, que son unos salvajes, le propongo llevarlo con un veterinario que se encuentra a unas pocas cuadras de aquí, acepta. Una vez ahí el veterinario nos explica que no queda mucho por hacer por este pobre animal, la solución más Humana es darle una inyección para que duerma en paz… el taxista no tiene más que aceptar la propuesta para no ver a su amigo sufrir.

Salgo, sigue lloviendo, noto que mis manos están llenas de sangre y lodo al igual que mi chamarra, uso la lluvia para limpiar todo lo posible y aun así siento que algo falta, creo que la lluvia no puede limpiar todo, tal vez sean las penas, el hecho de ver a un animal tan noble ser devorado por una jauría de canes infernales dignos del mismo Cerbero. No estoy seguro todavía pero creo que la lluvia se llevo algo de mas ese día…

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